Pasadas las once y cuarto de la noche, Vetusta Morla compareció en el Festival Icónica de Sevilla durante casi dos horas para la presentación de su último disco, “Figurantes”, un álbum que lanzaron el pasado 31 de mayo y que se estrena por toda España a la vieja usanza, puesto que algunas de sus canciones han sido interpretadas públicamente a lo largo de toda la primavera, con carácter previo a su venta oficial. Con todo, el recital fue un repaso a toda su discografía a través de veintiún temas, mismo número que vienen tocando en los festivales, con una mezcla entre los temas reivindicativos, los nostálgicos o, simplemente, los líricos. No obstante se echaron en falta algunas canciones emblemáticas que han ejecutado en otros escenarios durante la gira.
Los indies de Tres Cantos -lo que quiera que signifique dicho término en nuestros días-, dirigidos con puño de hierro en guante de seda por Pucho Martín, se encontraron pletóricos a nivel interpretativo y técnico, en un ambiente inicialmente contestatario con “Puentes” -con una referencia a la supervivencia de Palestina- , “El discurso del rey”, “Fiesta mayor” y “Golpe Maestro”. Tras este primer segmento, que concluyó con un discurso inicial del cantante trufado de llamamientos a favor de la igualdad, el propio vocalista presentó el oficialmente el nuevo disco con una breve referencia al significado de esos figurantes del título, que en realidad somos todos los miembros de la sociedad sin capacidad de intervención directa en el ámbito político.
A partir de entonces la actuación se adentró en un tramo en el que se alternaban los temas nuevos con los de los dos álbumes anteriores, salpicadas por dos clásicos, “El hombre del saco” y “Copenhague”, tras la cual el concierto se adentró en su momento más íntimo, bises aparte. En esta sección existió mucho contraste entre las reacciones del público durante los clásicos, que coreaban a pleno pulmón bajo la batuta del vocalista, y en la interpretación de las más modernas. En este segundo caso Pucho estuvo menos arropado. No obstante, los vídeos que acompañaron la puesta en escena de los cortes menos conocidos compensó la soledad del cantante. Destacaron los montajes de “Finisterre”, “Consejo de Sabios” y «Catedrales”. Esta última, fue la más sobresaliente del álbum de estreno, junto con “La sábana de mis fantasmas”.
Muy divertida fue también la danza del siniestro hombrecillo que protagoniza “El hombre del saco”, que se proyectó en las pantallas. En definitiva, canciones clásicas, modernillas y de estreno combinaron a la perfección, gracias al trabajo previo del grupo en la selección del orden de los cortes a lo largo del recital. Se nota la dedicación, pero también la veteranía de una formación cuyos componentes, a pesar de su apariencia aún juvenil, cursaron la EGB. Así lo confesó su líder a la concurrencia, entre risas de sus coetáneos y caras de póker de los más jóvenes que se plantearían si talas iniciales se correspondían con una red social de los tiempos de MSN Messenger, o con las de algún equipo de fútbol de la época de sus padres originario de Europa del Este.
Respecto a los músicos, se encontraban como pez en el agua en el centro de la fiesta y es que el recinto, la sevillana Plaza de España, encaja como un guante con el estilo musical, visual e interpretativo de los desacomplejados madrileños. La confianza mutua con el público permitió que interactuaran asiduamente con la concurrencia, de manera muy dinámica y se hiciera algún improvisación en las letras, con menciones a la capital del Guadalquivir en varias ocasiones. El disfrute del evento por los propios músicos fue patente en el caso, sobre todo, de los bailongos Pucho, que se recorrió el escenario en todas las direcciones posibles, moviéndose como una anguila o saltando sin parar, y Jorge González, éste último ubicado al fondo, como un león enjaulado, junto con sus percusiones y sus teclados. Guillermo Galván y Juanma Latorre, se exhibieron con sus guitarras, alternando entre solos y acompañamientos entre sí, mientras que el bajista, Álvaro Baglietto, mostraba su sobriedad habitual. En cuanto David Indio García, el batería, que fue el único que no se atrevió con los teclados, salió de la cueva para encararse con el público en “Te lo digo a ti”, dentro del último tercio de la actuación. A este respecto, puntualizar que el asunto de los teclados también merece reseñarse, no en vano es marca de la casa que todos se den una vuelta por alguno de ellos e incluso Guillermo Galván se atrevió con el piano clásico, que sonó espectacular.
Precisamente el sonido fue otra de las claves del concierto, impecable durante toda la velada. Las cuerdas y la voz se distinguieron perfectamente, bien es verdad que este estilo de música es muy amable con los solistas y los instrumentos pesados no tienen capacidad de producir ritmos que saturen el ambiente. A mayor abundamiento, es preciso aclarar que, en esta ocasión, vuestro comentarista se encontraba en la pista disfrutando de la capacidad sonora de los vetustos, circunstancia que permite echar picante a la manida polémica relativa a la dependencia de la calidad del sonido respecto de la ubicación del oyente. Enfrente mejor, en los laterales peor… seguiremos informando sobre el particular.
Se llegó así a la parte final de la actuación, cuando, sin solución de continuidad sonó clásico tras clásico repleto de movimiento. “Mapas”, “Te lo digo a ti”, “Sálvese quien pueda”, “Valiente” y “La cuadratura del círculo” pusieron boca a bajo el recinto, que vibró, bailó y, en definitiva, celebró en la fresca madrugada hispalense. En mi opinión, la tercera de ellas fue poderosa, el momento cumbre de la actuación. El público se desgañitó a pleno pulmón con el himno del sexteto, recordando que hay mucho idiota ahí fuera, afirmación, sin duda que, con carácter general, siempre es bien recibida en cualquier ámbito social. Al fin y al cabo es sobradamente sabido que el demonio siempre son los otros. De esta manera exacerbada la fase regular del concierto concluyó por todo lo alto.
Por último, un par de minutos después de una pausa un tanto extraña, puesto que Pucho fue el único que se marchó del escenario, se produjo el anuncio entre líneas de la próxima separación del grupo tras esta gira. Por lo tanto, esta vuelta a España puede considerarse su despedida, al menos con carácter temporal. En estos momentos postreros sonaron los bises “Cuarteles de invierno” y “Los días raros”, envueltos en una atmósfera enrarecida por la revelación del vocalista. Ya de por sí son cortes melancólicos pero, a la vista de las circunstancias, sonaron especialmente crepusculares, como de fin de ciclo. Incluso provocaron lágrimas entre los seguidores más vetustos hasta el punto que este comentarista vio a hombres llorar como niños.
Una ovación final selló el cierre de la actuación. Veremos si es un adiós o se queda en un hasta luego.
Deja tu comentario