Bienvenidos al Angus Young Guitar Show

AC/DC suben el precio la factura de la luz de La Cartuja

En la previa del primero de los conciertos de AC/DC de la gira Power Up en la capital hispalense hubo mucho ruido en torno a la naturaleza del espectáculo que los australianos de origen escocés ofrecen a día de hoy, tales como la verdadera esencia de una banda que, por muy legendaria que sea, sólo mantiene un integrante original, -pongámonos en pie- Angus Young. Las discusiones bizantinas sobre el particular se vuelven tan enconadas que hasta algunos recordaron que el grupo no es tal desde la desaparición de su cantante original Bon Scott, debate que se creía superado hace más de cuarenta años, los más cafeteros mantienen su postura discrepante. El motivo principal que se aduce a la pervivencia actual del grupo es que el tan genial como pequeño guitarrista es incapaz de disociar su propia vida de la existencia de su banda. Es posible que haya algo de eso, pero, en cuanto suenan los acordes de Back in Black, la polémicas quedan postergadas hasta la eventual siguiente gira, si es que ese momento llega.

Después de un nada sutil calentamiento para ecualizar con el tema If You Want Blood (You’ve Got It), con el cual la banda saltó al escenario, y que sonó saturadísima de bajos, Angus comenzó un despliegue de energía de más de dos horas, impropio de una persona de su edad sobre quien, además, pesan la acusaciones de abstemio y monógamo, como si en vez de una leyenda del rock se tratara del anodino vecino del quinto de cualquier comunidad de propietarios. Lógicamente saltó ataviado en su traje de colegial -en esta ocasión escarlata- para impartir una nueva lección de rock de la vieja escuela… nunca mejor dicho (guein, guein, guein). Al espectáculo no comparecieron ni Taylor Swift, ni Blake Lively, ocupadas en otros menesteres, pero a falta de glamour hubo oleadas de guitarreo de alto voltaje que sometieron a una concurrencia, entregada a los artistas con un fanatismo casi religioso, digno los miembros de un culto con su líder.

No obstante, el asunto más peliagudo de la velada fue la voz de un Brian Johnson que por fin tiene la edad que aparenta desde Moscú´80, la época en la que se convirtió en el frontman de los australianos. Partamos de la base de que el sonido desde la grada donde este vuestro comentarista se encontraba fue claramente de menos a más, pero, conforme avanzaba la actuación, tampoco cabe duda de que la voz fue solapada constantemente por las cuerdas, que elevaron su volumen al máximo. La única explicación es la protección del cantante, que ya lleva años con unos problemas de audición que incluso le costaron la suplencia en la convocatoria de 2016, en beneficio de un Axl Rose, que tampoco gustó a los puristas, pero que defendió con mucha dignidad su puesto. Aunque Brian daba el máximo, la movilidad no es la de antes y, sobre todo, la potencia de sus cuerdas vocales tampoco. Así que a tirarse por la calle de en medio, guitarras a tope de volumen y distorsión y que el carisma de Angus se haga cargo de la parte mollar de la actuación. El anteriormente más joven de los Young, ahora el mayor, chupó toda la cámara del mundo y se sintió como pez en el agua en ese rol de intérprete total.

Respecto de los demás componentes, Stevie se ha hecho definitivamente al puesto que tuvo que ocupar ya hace diez años, en sustitución de su difunto tío Malcolm ,y lleva la rítmica con solvencia y oficio. En mi opinión, muy mejorado respecto de la versión de giras anteriores. Mantiene la tradición de Malcolm de atornillarse al fondo del escenario, hasta el punto que no se acercó ni a saludar. Al igual que sucedió con los otros dos miembros, Chris Chaney y Matt Laug, que dejan la interacción con el público a Brian y Angus en exclusiva. Tanto el bajista como el batería desempeñaron su función de una manera muy sólida y mantuvieron el pabellón de sus actuaciones a la altura de una banda que siempre destaca por la profesionalidad, lo cual es de agradecer. Nadie echó de menos a sus dos predecesores Cliff Williams y Phil Rudd, quienes también han tenido sus Riff Raff con el clan de los Young.

Además del asunto de la voz, el otro tema discordante fue el de los accesos, pues se trata de una Isla, inevitablemente incómoda para idas y venidas, más si cabe tras producirse un caótico atasco por maniobras discutibles entre autobuses orugas, peatones y vehículos ligeros. Dicha incidencia demostró cierta incapacidad de las infraestructuras para absorber una asistencia tan multitudinaria. Dentro del recinto sí se disfrutan de comodidades, insisto, al menos en la grada, que en el caso de vuestro Príncipe, eran dignas de un Presidente de la Federación -honrado-.

Por lo que se refiere a la puesta en escena había cinco pantallas -cuatro laterales en vertical, la del centro horizontal- en las que se proyectaban imágenes de la actuación y, de tarde en tarde, algún vídeo relacionado con los temas principales de la banda, como Thunderstruck, y Whole Lotta Rosie, que exhibió los encantos de la profesional más famosa de la historia del rock, en todo su esplendor. A pesar de lo anterior el vídeo más recordado será el de la intro, sencillo pero muy efectista, dado que llenó la pantalla un potente coche circulando por una autopista que accedía a un desvío indicado en un cartel que indicaba Sevilla, para posteriormente llegar a su destino, el estadio coronado con un luminoso en el que lucía el nombre de La Cartuja. Este populista gesto puso a la afición de parte del grupo sin que hubiera sonado una sola nota.

Más adelante, por supuesto que bajó la campana y se abrieron las compuertas del infierno, por el que el grupo transitó en temas aptos para los más diablillos, como Shot Down in Flames, la inevitable Highway to Hell y Demon Fire, el mejor corte de su último disco, que da nombre a la gira, pero por el que pasaron de puntillas. Además de la meritada, del Power UP únicamente interpretaron Shot in the Dark. Básicamente porque a La Cartuja se fue con un billete de ida a la Ciudad del Pecado en el tren del rock´n roll que da derecho a un un concierto tarifa plana de AC/DC.

Mención aparte para la espectacular Shoot to Thrill, en la que únicamente faltaron las cabriolas de Tony Stark enfundado en las latas de Iron Man. También para High Voltage, elegida como canción del público, que colaboró con plena entrega a la causa, al igual que con You Shook Me All Night Long, cuyos estribillos sacaron todo lo que llevan dentro los cantantes frustrados que se congregaban entre la multitud, tras las barreras del escenario.

Como no podía ser de otra forma, en el último tercio del concierto, un Angus que poco a poco había continuado un striptease que, finalmente, dejó inconcluso, ejecutó su infinito solo de guitarra tras Let There Be Rock. Se desmelenó; se revolcó; se subió -aunque a poca altura- a la plataforma; le tiraron confeti; tocó acompañado; tocó solo, y, en definitiva, mostró la seña de identidad de un músico histórico, que es auténtico icono de la música rockera. Y es que, encima de un escenario, una persona que resulta indistinguible en un día cualquiera, se transforma en uno de los mayores monstruos que ha dado el rythm and blues.

Por último, tras el breve descanso previo a los bises, llegó el momento de una despedida cargada de explosiones, dinamita y pólvora, con T.N.T. y For Those About to Rock (We Salute You), que elevaron las pulsaciones del corazón a mil por hora. Incluso los no creyentes se vieron obligados a ponerse de rodillas y rezarle al dios de la música y elevar una plegaria para que los pronósticos no se hagan realidad y esta no sea la despedida del Angus Young Guitar Show. Todos los amantes del rock tenemos el derecho de disfrutar la oportunidad de recibir un último saludo más -por lo menos-.