La llamada de Cthulu

Y así fue que Metallica devolvió a los Grandes Antiguos a la vida

Howard Phillips (H.P.) Lovecraft nos relata en su magnífica obra “La llamada de Cthulu”, una de sus composiciones cumbres sobre el horror cósmico, la historia del culto a los Grandes Antiguos, unas criaturas procedentes de remotas estrellas, que llegaron a nuestro planeta eones de tiempo atrás y que pretenden restaurar su antiguo poder sobre nuestro planeta, convirtiendo a la humanidad a su imagen y semejanza, es decir, libre y salvaje; más allá del bien y del mal, con leyes y moral abandonadas. Su regreso supondría un holocausto de éxtasis y libertad, en el que todos los hombres gritarían y matarían y gozarían, bajo el dominio de los liberados Grandes Antiguos. En dicho relato, el autor describe al protagonista de su historia, el gran Cthulu (pronúnciese Katulu), el Titán de R´lyeh, como un monstruo de contornos vagamente antropoides, con cabeza pulposa y coronada de tentáculos, que se alza sobre un cuerpo escamoso y grotesco, provisto de cuatro extremidades dotadas de garras enormes, y un par de alas rudimentarias en la espalda.

H. P. Lovecraft, sorprendentemente parecido a Mariano Rajoy, sin barba y sin gafas

Como decía más arriba, todas estas lindezas hacen su aparición en “La llamada de Chthulu”, publicada en 1928, un relato corto que se convirtió en el eje central de sus mitos y consagró al protagonista del mismo en el epicentro del panteón de los denominados Dioses Primigenios (o Grandes Antiguos), desplazando en el orden de prelación al demonio Azatoth, líder en los orígenes de la mitología lovecraftiana, no obstante lo cual, su creador realmente nunca llegó a establecer un orden de prelación entre sus criaturas, sino que los utilizaba a conveniencia de las historias que paría su imaginación. Entre su selecto elenco de monstruos, descritos como descomunales y espantosos pólipos amorfos emparentados con batracios babosos o repugnantes calamares, podemos destacar, sin ánimo exhaustivo, a Dagon, el Señor de los Profundos, Yog Sototh, el que acecha en el umbral, Hastur, el Rey de Amarillo, o Shub-Niggurath, la Cabra Negra de los Bosques. Como complemento indispensable de todos esos seres, los Mitos de Cthulu constituyen una amalgama de imaginarias religiones y cultos ancestrales que se remiten al origen de los tiempos, cuando una humanidad corrupta vendió su alma a esos demenciales seres de origen extraterrestre para que se hicieran con el control de nuestro mundo. Esos cultos tienen una ilimitada extensión geográfica, puesto que se propagan por Groenlandia o el Pacífico Sur, asentándose en lugares tan distantes y singulares como Arabia (cuna de Abdul Alhazred, autor del Necronomicrón) China, Nueva Orleans y Brasil. Es decir, el culto es una incurable plaga que infesta desde el Círculo Polar Ártico hasta la Atlántida.

La furia animal y la licencia orgiástica se azuzaban aquí mutuamente al alcanzar demoniacas alturas de aullidos y graznantes éxtasis que rasgaban y reverberaban a través de aquellos oscurecidos bosques como pestilentes tempestades brotadas de los abismos del infierno

La llamada de Cthulu

Su creador, el autor de Providence, que no vivió más allá de los 47 años, sirve de nexo de unión dentro de la literatura fantástica norteamericana entre Edgar Allan Poe y Stephen King. En sus variados escritos, el siempre engolado Lovecraft se refiere a maldades y terrores inenarrables, indescriptibles, inconcebibles y demás que pueden ser conjurados por la brujería clásica, por los cultos ancentrales anteriormente mencionados o, incluso, en su etapa final, se produce un giro en el contenido de su obra, que evoluciona desde el terror hacia la ciencia ficción protagonizada por exóticos viajeros del espacio. Al respecto se debe aclarar que en su época, el periodo de entreguerras del primer tercio del siglo XX, los descubrimientos en materia de astronomía se compaginaba con un nivel de ignorancia que permitía a los autores dejar volar su imaginación con mucha más ingenuidad que en la actualidad. En resumen Lovecraft aúna el racionalismo con cierto pesimismo hacia la sociedad en su conjunto, donde existe una tensión entre el supuesto encorsetamiento de las estructuras colectivas organizadas frente a la libertad del individuo, llevado a sus últimas consecuencias en la figura del bárbaro, tal como sucedía con su coetáneo Robert E. Howard, creador de Conan. Otro rasgo polémico de nuestro autor estriba en las descripciones de contenido racista de las que echaba mano para describir a los miembros del culto, “mestizos de aspecto patibulario” o extranjeros, frente a los intachables protagonistas pertenecientes a “excelentes” familias o se consideraban “dignos de toda confianza”.

Cuando imagino el tamaño de todo lo que puede esconder el fondo del océano, siento deseos de morir sin esperar ya más. […] Pero no creo que viva mucho. Como desaparecieron mi tío y el pobre Johansen, así desapareceré yo. Conozco demasiado y el culto todavía existe

La llamada de Cthulu

Otro rasgo esencial de su relato capital, “La llamada de Cthulu” es la atmósfera pesada, que envuelve al lector, incomodándolo por la constante amenaza que representa ante la posible presencia de esas horripilantes abominaciones de origen anterior a la humanidad o la de sus sicarios, dispuestos a todo para extender el culto. Dicha sensación se replica en una creación artística posterior y que es el motivo por el que Lovecraft visite Rockmanía. Se trata de una obra musical compuesta muchos años más tarde de aquel lejano 1928 (aunque en términos lovecraftianos, escritor obsesionado con los eones de millones de años, sería un suspiro), cuando un grupo de rockeros, afincados en San Francisco, publicó un álbum titulado “Ride de Lighting”, que se cerraba con una canción instrumental titulada “The Call of Ktulu”. El año era 1984 y el grupo se llamaba Metallica, por supuesto. El disco se compuso en la época de Cliff Burton, lo cual se nota en la ira que transmite la pieza, como era habitual en los cortes en los que participó el añorado bajista, cuando la agresividad era un elemento fundamental de las composiciones de la banda. En estos parámetros se maneja la canción protagonista de este artículo, que supone un oscuro descenso a la locura, repleto de altibajos que tensionan la composición de principio a fin. Como anteriormente apuntaba, el gran logro de la canción es convertir a notas musicales la atmósfera malsana de la obra literaria, como si paseáramos por un pantano a la caída del atardecer, o nos embarcáramos en un viaje al profundo y solitario océano, donde los seguidores de Cthulu, amantes de los parajes oscuros y siniestros, nos esperaran para darnos la bienvenida.

Contraportada del “Ride the lightning”, con los cuatro jinetes cabalgando hacia la enternidad

La introducción está liderada por una guitarra limpia en Re menor que nos prepara el cuerpo para el inquietante viaje que nos disponemos a realizar. A continuación entra el tenebroso arpegio en La menor con el que impone la base de la estrofa que desemboca en el estribillo, también en Re menor, que conforman la columna vertebral de la canción, puesto que la estrofa y el estribillo se construyen sobre esta base, que se repite continuamente, aunque más adelante se sustituyen los sonidos limpios por atronadoras distorsiones, muteos de las cuerdas y acordes de quinta, para conseguir el sonido heavy. Mención especial merece la nota grave de Mi bemol, quinta disminuida, que da ese toque malsano al arpegio de La menor.
A continuación la parte inicial desemboca en el primer puente, durante el cual el ritmo sube del segundo grado al sexto, como fondo de una siniestra melodía, que se mueve en similares parámetros para degenerar en el estallido de locura que culmina el solo de la canción, a cargo de Kirk Hammett (aunque los créditos de la canción son de Dave Mustaine, como coautor, antes de su expulsión de la banda), que sobrevuela el acompañamiento de la estrofa y del estribillo. El siguiente paso lleva al segundo puente, en el que se tensa al máximo la composición, puesto que, partiendo nuevamente del segundo grado, la subida alcanza hasta el séptimo y, finalmente el octavo, donde por fin reposa. El poderío y la relevancia de este fragmento es de tal magnitud que no incorpora ninguna melodía, a diferencia del anterior puente, sino que su cima, en Re menor, se acompaña de unos imponentes golpes del batería Lars Ulrich, que alcanzan el primer clímax de la obra con un interludio a base de quintas, que nos advierten de que el monstruo ya está cerca. Sin solución de continuidad se nos devuelve a la estrofa y al estribillo, otra vez en arpegios, pero con la guitarra distorsionada, para que contengamos la respiración ante lo que nos espera, que no es sino la aparición del gran Cthulu, libre por fin en una outro con una base rítmica de quintas pesadísimas adornada con otra tétrica melodía, en Mi menor.

Cliff Burton, te echamos de menos

Después de millones y millones de años el gran Cthulhu era libre otra vez

La llamada de Cthulu

Sin embargo, cuando todo parece perdido la canción nos otorga un descanso al devolvernos a la intro, que nos ofrece una falsa sensación de calma, puesto que posteriormente, se abren paso los acordes de quinta finales que rematan la canción en tónica, para recordarnos que el gran Cthulu yace eternamente, desde hace eones y que durante eones seguirá yaciendo, mientras espera pacientemente su resurgir, en una muerte que no es una muerte. Definitivamente una pieza redonda que capta la idea de la obra de su inspirador, H. P. Lovecraft.

Los miembros de Metallica en la configuración actual, saludando al público del O2

En su hogar de R’lyeh Cthulhu yace esperando dormido

La llamada de Cthulu

Siempre me planteo cuál de las instrumentales de Metallica me gusta más, ésta, “Orion” o “To Live is to Die”, y nunca he llegado a un acuerdo conmigo mismo. Por si acaso os las dejo por aquí para que lleguéis a vuestras propias conclusiones. Ninguna es corta, pero os informo de que a mí jamás me ha asustado, ni me asustará una buena canción de 8 minutos. En todo caso, juzgad y elegid vuestra favorita. “Orion” tiene un gong (sí, un GONG); “To live is to Die” nos regala una estremecedora poesía que recita James Hetfield y de «The Call of Ktulu»… bueno ya he dicho bastante.

Por último y como colofón, dado que la obra de Lovecraft es tan monumental y soy un gran fanático, permitidme unas recomendaciones, por cuestiones de cultura general, al igual que recomendaría “Star Wars”, puesto que su influencia es tan grande que abarca desde “True Detective”, pasando por la obra de Guillermo del Toro (“La Cumbre Escarlata”) hasta Ridley Scott (“Alien” y sucedáneos, principalmente la ignominiosa “Prometheus”, una fallida suerte de “Las Montañas de la Locura”), así como multitud de obras literarias y musicales, una colección interminable de juegos de rol y de mesa, e incluso videojuegos. De estos últimos, cabe mencionar especialmente “Alone in the Dark” y “Shadow of the Comet”, que junto con su continuación “Prisoner of Ice”, forman el trío que revitalizó los mitos de Cthulu para la generación de adolescentes de los 90, el posterior “Dark Corners of Earth” y, en los últimos tiempos, “The Sinking City”.
Es verdad que el conjunto resulta complejo e incluso, yo mismo, que me he leído sus obras completas, me perdí en la ignota Kadath, pero os aseguro que merece la pena. Aparte de echarle un rato de lectura a “La Llamada de Cthulu” os sugiero que os dejéis aterrorizar por las criaturas de “La Sombra sobre Innsmouth” y “El Horror de Dunwich” y que deis una vuelta por las “Las Montañas de la Locura”, a ver si tenéis más suerte que Ridley.

(Portada) Ilustración de Hugh Rankin de una escena de “La llamada de Cthulhu». (Febrero, 1928)
(1) Cortesía de https://es.wikipedia.org/wiki/H.P._Lovecraft

(2) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/digimeister/16245414676

(3) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/silentmanxx/253906112

(4) Cortesía https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Metallica-The_O2-Sunday_22nd_October_2017_MetallicaO2221017-107(37640633730).jpg