Una noche de verano de 1995, rondaba yo por el campo de vacaciones cuando apareció en la tele un sorprendente anuncio que captó inmediatamente mi atención. Al final del mismo un búho real se posaba sobre un poste y la cámara se aproximaba en primer plano hasta sus ojos, que se convertían en la portada de un disco. Unos años más tarde, ya en la Universidad, compré el póster con esa portada, en la que se observa el iris de un ojo al que una luna amenazante se arrima para formar un eclipse. Ese ojo está rodeado por una especie de ciclo de la vida, conformado por unas células acuáticas que se transforman en unos huevos de los que nacen unos pájaros, que se convierten en un avión que sobrevuela las pirámides. Todo muy loco, pero muy profundo. Dentro del iris de un tormentoso azul grisáceo resaltan una especie de rayos carmesíes y aparecen difuminados algunos objetos antiguos. Ese póster me ha acompañado durante el resto de mi vida donde me han llevado mis andanzas. En cuanto al disco en cuestión se trataba del «Pulse» de Pink Floyd y se vendía como el mayor espectáculo del mundo. El motivo fundamental por el que se describiera con una frase tan contundente es que, en efecto, era el mayor espectáculo del mundo.
Se trata de un álbum doble que recoge actuaciones en directo del grupo durante la gira de presentación del «Division Bell», el lánguido disco de las caras de Pink Floyd. Al respecto, aclaro que si alguien ha utilizado la palabra lánguido en el mejor sentido posible y como una alabanza ha sido este juntaletras, aquí y ahora. En aquella época el grupo lo integraban David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason, tras la tempestuosa salida de Roger Waters, abogados incluidos, a principios de los ochenta. Para la gira necesitaron de un ejército que colaborara con la puesta en escena de las canciones en directo, que requería de tres guitarras, dos teclados, dos baterías, varias coristas… e incluía una exhibición de infinidad de luces, acompasadas con las notas que tocaban los músicos sobre el escenario, y la proyección de vídeos de la más variopinta naturaleza. El «Division Bell» fue el segundo álbum tras la traumática separación del grupo, grabado a mediados de los noventa, en el que el hilo conductor era fundamentalmente el problema de la incomunicación y la nostalgia del pasado, con un tono suave, sin la intención de espetar al oyente las típicas broncas que lanzaba Roger Waters cuando lideraba el grupo. Valga como ejemplo el «Muro», sin ir más lejos, en el cual la crítica social es tan abundante y abarca tantos estratos, que nadie se salva de ser diana del cantante. La portada del disco, dos caras enfrentadas que vistas con cierta distancia componen un corazón, era toda una declaración de intenciones.
Los temas del «Division Bell» conforman la columna vertebral del primer disco del «Pulse», que hace un recorrido por obras fundamentales del grupo, como «Astronomy Domine», cuya inclusión en la gira resulta muy significativa, pues se trata de una obra de Syd Barret que se remonta a 1967. Otro clásico incluido en esta primera parte es «Shine on you Crazy Diamond», el título dedicado precisamente al genio loco fundador del grupo y presentado con una mezcla que une las dos partes que abren y cierran respectivamente su legendaria obra «Wish You Were Here» de 1974, encajadas con precisión de relojero y gusto excelente. La composición mantiene la estructura principal de las letras, aún a costa de dejarse por el camino alguna filigrana instrumental de la grabación original. Además, se interpretan un par de temas del «Muro», «Hey You» y la archiconocida «Another Brick in The Wall (part II)», cuya estrofa «we don´t need no education, we don´t need no thought control» se convirtió en el estandarte del álbum en su momento. Junto con las dos piezas que se incluyen en el segundo CD, que más adelante se citan, suponen que tras los problemas legales y el reparto de los derechos de autor, el grupo se quedó con la parte del león del «Muro».
Finalmente, hay un par de composiciones del disco de las camas, el «Momentary Lapse of Reason», que no fue bien recibido por la crítica cuando se lanzó, pero que también se vendió por millones. En este caso se incluyen dos obras antitéticas, por un lado el canto a la libertad «Learning To Fly» y, por otro, la estremecedora «Sorrow». En cuanto a esta última, las primeras notas de guitarra durante la intro coinciden con un silencio atronador entre el público, que le da un elocuente punto dramático a la ejecución en solitario de Gilmour. Después entrarán el resto de instrumentos para conformar la base rítmica y lanzar definitivamente esa frase tan hermosa como triste que inicia la parte vocal: «el dulce aroma de un gran dolor sobrevuela esta tierra». A partir de ahí se agolpan las emociones, tanto de los músicos como de los fans, que disfrutan de una obra integrada por distintas subidas y bajadas que tienen como corolario el interludio que deja paso a la última estrofa, justo antes de una impresionante parte instrumental en la que se entremezclan un solo de guitarra pletórico, una línea del bajo poderosa, una batería pesadísima y unos coros sobrecogedores que desembocan en una outro, que no formaba parte ni de la grabación original ni de la gira del disco de las camas, pero que muy inteligente (y talentosamente) Gilmour incluye para perfeccionar su composición más completa como líder del grupo.
Por lo que se refiere a los temas del «Division Bell», se trata, por orden de aparición, de «What do you want from me?, «Keep Talking», «Coming Back to Life» (canción mindfulness unos cuantos años antes de que esta práctica se pusiera de moda, que incluye una intro de guitarra de dos minutos y una estrofa inicial cantada prácticamente a capella), «A Great day for Freedom» y, sobre todo, «High Hopes», la otra gran pieza del Pink Floyd post Waters, que comienza con una bella melodía de piano de Wright acompañada del sonido de fondo de la campana divisoria que da título al álbum, y finaliza con un impresionante solo de Gilmour con el pedal steel guitar y en el que la letra anuncia el río interminable que, un par de décadas después, se convirtió en el último disco de Pink Floyd. Como curiosidad, en el CD, «Sorrow» y «High Hopes» son canciones consecutivas, una vez avanzado el concierto, en tanto que en la grabación de video esta última se interpreta en tercer lugar. Además, en la versión en video se incluyen «Take it Back», que fue un single del «Division Bell», y «One of These Days», una hipnótica pieza del «Meddle» con otro solo de pedal steel, que incluye una inquietante amenaza al final de su letra. A cambio se caen algunos temas de la versión CD.
En cuanto al segundo disco, el grupo se atreve a interpretar íntegramente la «Cara Oculta de la Luna», durante más de una gloriosa hora. Al respecto, teniendo en cuenta que se trata de una obra que merece capítulo (o enciclopedia) aparte, sólo mencionar que la versión de «Money» no es la original, sino la que se arregló para el disco de los bailarines, «A Collection of Great Dance Songs», que se podía escuchar por separado del resto de canciones que componen «The Dark Side of the Moon», en cuya versión original los distintos temas se enlazan sin solución de continuidad. De esta manera en la gira más grande se consagró como definitiva una versión para un disco recopilatorio que, en su momento, también creó disensiones en el grupo; faltaría más.
Una vez que concluye la interpretación de la «Cara Oculta de la Luna», en la que muy líricamente se nos informa de que «todo lo que está bajo el sol permanece en armonía, pero el sol está eclipsado por la luna», llega la hora de los bises. Tres sublimes interpretaciones de clásicos que ponen los pelos de punta. El primero de ellos es «Wish You Were Here», en el que la guitarra acústica y la voz de Gilmour nos hacen desear que, efectivamente, ojalá estuviéramos allí. Frente al colosal despliegue de medios del resto de temas, la sencillez de este título nos hace la actuación mucho más cercana e íntima. A continuación «Comfortably Numb», en el que liberado del yugo de Waters, el bueno de David nos ofrece un solo de guitarra de unos cinco minutos, coreado por las ovaciones del público de fondo, durante el cual se alcanza el clímax del concierto. Por último, «Run Like Hell», en el que una vez más Gilmour nos demuestra la facilidad que siempre tuvo para dibujar soberbios riffs con un puñado de notas. Su duelo vocal y musical con el bajista Guy Pratt pone el memorable punto final al concierto.
En conclusión, «Pulse» es una obra ideal para introducirse en el universo de Pink Floyd, el grupo que sobreproducía la música en 1967 («The Piper at the Gates of Dawn»), que vendían como churros discos que ni a ellos mismos les gustan («Ummagumma» o «Atom´s Heart Mother») y que tuvo una de las separaciones más patéticas que se recuerda; pero, sobre todo, del grupo que cambió la historia de la música con «The Dark Side of the Moon» y siguientes, cuatro de las obras artísticas más importantes de la historia de la humanidad, incluyendo el «Animals», al que no he tenido ocasión de referirme, y, en definitiva, del grupo que, a mediados de los noventa, nos ofreció el mayor espectáculo del mundo. No obstante, si os parece una obra demasiado monumental como para revisarla entera, por los menos recomiendo que visitéis «Sorrow» y «Comfortably Numb».
Por cierto, una vez terminado este rápido análisis y, antes de que se me olvide, permitidme que me presente a mí mismo. Yo soy el Príncipe, un hombre de un rico buen gusto que llevo interesado mucho, mucho tiempo en la música. A partir de ahora, quedáis emplazados a mis audiencias siempre que os apetezca.
Imágenes:
(Portada) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/oddsock/56258453
(1) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/75870470@N03/14313591830/
(2) Cortesía de https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/20/David_Gilmour_Pulse_Tour_2006.jpg
(3) Cortesía de https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Roger_Waters_-The_Wall_in_Ottawa(7451688244).jpg
(4) Cortesía de https://www.flickr.com/photos/fynes/187612671
Gracias por la informacion. Me ha ayudado mucho
Un relato que instruye perfectamente. Mucha gracias
fantastica revision……